17 de noviembre de 2012

De la ironía al sarcasmo solo hay un paso.

Ayer un Dragón me sugirió hablar sobre este tema y eso haré, pero no penséis que ando éxtasis o cosas así que soy muy light como para tomar esas cosas. Pues manos a la obra...

¿Quien no ha usado alguna vez una ironía mientras habla? Siempre la utilizamos, sobre todo en situaciones claramente evidentes y por hacer alguna broma pícara, pero... ¿Sabrías diferenciarla de sarcasmo?. Piensa, piensa, a lo mejor no es tan fácil como piensas.

Siempre vas encontrar a personas que se escudan diciendo que hablan de manera irónica, pero nunca o casi nunca vas a encontrar a una persona que diga que habla de manera sarcástica. Cuando en el fondo es lo contrario, hay más personas que habla sarcásticamente que irónicamente, porque como la gente normalmente no sabe la diferencia no queda como el malo de la película.

Como se suele decir, es más fácil insultar que hablar, por lo que si lo extrapolamos a esta situación es más fácil hablar sarcásticamente que irónicamente.

Hablar irónicamente es tan simple como decir lo contrario de lo que se piensa de manera pícara y jugando con la duda de la persona que lo interpreta para confundirlo; porque si hablara si se hablara diciendo lo contrario de lo que se piensa sin esa picardía y dejando claro el transfondo del mensaje sin dejar en duda al que lo interpreta, estaríamos ante un sarcasmo. La teoría es muy sencilla, pero en la práctica no lo es tanto.

Aunque hablar sarcásticamente a veces no es tan malo como parece, sino un arte como hizo el gran D. Francisco de Quevedo, aunque fuese muy cabrón (dicho con respeto) a la hora de escribirlo. Para la historia quedará la peleas entre Quevedo y Góngara o como se le puede llamar "El Arte de Insultar", pero de esto hablaré en otro momento, así que para terminar dejaré un ejemplo de los regalitos sarcásticos que se hacían.

Quevedo Góngora
Porque no me las muerdas, Gongorilla,
perro de los ingenios de Castilla,
docto en pullas, cual mozo de camino;

apenas hombre, sacerdote indino,
 que aprendiste sin cristus la cartilla;
chocarrero de Córdoba y Sevilla,
 y en la Corte bufón a lo divino.

¿Por qué censuras tú la lengua griega
siendo sólo rabí de la judía,
cosa que tu nariz aun no lo niega?

No escribas versos más, por vida mía;
aunque aquesto de escribas se te pega,
 por tener de sayón la rebeldía.

Cierto poeta, en forma peregrina
cuanto devota, se metió a romero,
con quien pudiera bien todo barbero
lavar la más llagada disciplina.

Era su benditísima esclavina,
en cuanto suya, de un hermoso cuero,
su báculo timón del más zorrero
bajel, que desde el Faro de Cecina

a Brindis, sin hacer agua, navega.
Este sin landre claudicante Roque,
de una venera justamente vano,

que en oro engasta, santa insignia,
aloque, a San Trago camina, donde llega: 
que tanto anda el cojo como el sano. 

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